Víctor, Julio, Michel, Paloma, Arianne y yo.
Éramos inseparables. En el recreo no hacíamos otra cosa más que jugar juntos, contarnos nuestras cosas. Yo le jalaba los cabellos a Víctor, él me pegaba, pero eran muestras de cariño de chamacos. Julio me picaba las costillas. Michel se sentaba y me dejaba subirme a sus muslos estando sentado. Parecía que iba a hacer una pirueta al estilo de las porristas de fútbol americano.
Así pasaron seis años. La primaria fue de las mejores etapas. La graduación giró en torno a las confesiones de mentes inocentes. Víctor ya me había dicho que le gustaba y yo a él. Alguna vez me regaló un peluche (y no de los que se tienen en el estuche ¬¬ saqué mi vulgaridad) y yo dormía con él.
Era como mi sueño dorado. Lo veía tan responsable y tan guapo que hasta pensaba casarme con él. A los doce eso se piensa. O se pensaba. Rumbo a la fiesta, ya en el autobús que nos trasladaría a la pachanga, los seis acaparamos el asiento de la parte de atrás. Arianne platicaba con Michel, Paloma trataba de llamar la atención de Víctor quien no dejaba de ver como Julio ponía su mano sobre la mía. Todo un revoltijo, pero al final de cuentas Víctor me gustaba.
Ya después con una llamada telefónica sólo me dijo que quería ser sólo mi amigo. Así es como le gustaba más.
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Un día, estando en el lagartijero de mi preparatoria tomando el sol, vi pasar a Javier. Le dije a Cristina que su forma de caminar me había llamado la atención. No era alguien que físicamente me hubiera dejado perpleja en otro momento, pero me gustaba y punto.
Como viles colegialas, Cristina me jaló para preguntar su nombre... "Me llamo Javier." De ahi en fuera eran llamadas constantes, regalos por cumpleaños... Hasta que comenzó a confesarme de sus sentimientos por otras nenas que no eran yo.
"Pasaste de ser mi conocida a mi mejor amiga". Pfff.
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Saúl era una generación mayor a la mía en la Universidad. De lejos lo veía y compartía clase de Epistemología con él. No le hablaba. Tenía unos rulos largos como los míos. Por azares del destino conseguí su correo electrónico... Le escribí como Elizabeth. Mi amiga así se llamaba y tenía harto pegue así que pensé que me traería suerte su nombre.
Platicábamos mucho. Era divertido porque a veces nos encontrábamos de frente y no sabía que yo era con quien en las tardes hablaba. Una vez se colgó un letrero en el pecho que decía: "Elizabeth, invítame al concierto de Placebo". La vez que lo vi con esa insignia sólo atiné a reirme mucho y pensar que tal vez mis detalles le estaban gustando.
Cuando le tuve que decir quién era yo no armó mayor lío. Seguimos con el contacto, ahora está en Canadá tomándose un sabático, diciendo que extraña mis rizos y apoyándome con las situaciones extremas que a veces se me presentan y con las que no puedo lidiar sola. Se volvió mi amigo aunque sigue pareciéndome atractivo.
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Hacía rato que no tenía contacto con Éder. Por lo menos unas tres semanas. Ya sabía yo que eso era porque encontró con quien compartir los ratos de ocio. Si no era certero por lo menos sí intuía que la situación no era favorable para mí.
Y sí. Me dijo que ya tiene "galana". Chamaca de veinte añitos. La carne es la carne. Pero eso sí, no dejó de recalcar que me quiere mucho y que así como yo lo he apoyado en su carrera, él me apoyará a mí...
Para eso somos amigos...
De todos soy la hermana que nunca tuvieron...
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¡Pchá, amigos pa' que los quiero si tengo alas para volar!