viernes, 30 de enero de 2009

Rento matriz

Y todo comenzó con una plática somera sobre las matemáticas.




Mi odio al cálculo diferencial y a la geometría analítica me llevaron a decirle a Éder que esas no habían sido mis materias favoritas en la preparatoria.




En cambio, el álgebra, sí que era divertida con los ejercicios que Luzma, la eterna maestra de la secundaria pipirisnais, nos ponía para que los pinches números nos entraran suavecito, como si les pusieras vaselina ó algún tipo de lubricante. Dicen que así entran, no sé, me han contado.




Enigüey.






Éder: "Si quieres yo puedo ayudarte con el cálculo y la geometría, siempre fueron mi fuerte".



CT: Dale, eso sí me gustaría, aprender de numeritos contigo.



É: "Es más, hasta de contabilidá sé".



CT: Deberías enseñarme mejor a calcular bien mis impuestos, eso del IVA y el IETU que me roban me tiene hasta la madre, sobre todo porque no los sé calcular y además porque no entiendo cómo es que si en mis recibos de honorarios pago una cantidad de impuestos, tenga que pagarle otro tanto a mi contadora, no entiendo.



É: "Perdón mi ignorancia, pero ¿qué es el IETU?"



CT: Olvídalo, luego te explico. Lo bueno (muy bueno) es que no tengo nadie que dependa de mí. No tengo hijos y lo que aporto en casa es mínimo a lo que debería aportar si tuviera ya una familia.




É: "Yo no pienso en el matrimonio. No me imagino casado, la verdá. Pero por lo que sí muero es por un bebito".



CT: Yo quisiera tener hijos pero tal vez muuucho después. El casorio... No, ahí si no me vi.



É: "Tengo que conseguir a alguien que me rente su matriz. Así entonces puedo tener un bebito y me largo con él después de que nazca. ¿Te interesa? Imagínalo: todo pagado, yo cuidaría de ti durante los nueve meses, acariciaría tu pancita a cada rato y lo mejor, al final me voy con el niño y no tienes nada qué perder".






CT: No chingues. La idea está bien. Pero... No soy de palo... ¿Qué tal que me encariño con el chamaco y luego ya no te lo quiero dar?



É: "Pues sí quieres entonces le 'echamos ganas' y tenemos gemelos. Así tú te quedas con uno y yo con la niña".



CT: Mmmm... (¡Ah chingá! ¿le echamos ganas? Yo estaba ya pensando en el paquete que incluyera la fertilización in vitro y toda la atención médica para mí, como madre sustituta)



É: "¿Qué?"



CT: Nada, le entro.



É: "Conste. Ya después nos ponemos de acuerdo pa'l engendramiento (sic)"



CT: Con gusto.






***



Lamá le mandó un mensaje al Éder: "Dile que no sea pendejo, que eso no se hace así. Sólo vas a rentar tu matriz y ya".



¡Ay má! Aqui el chiste es que haya placer para todos... Al fin y al cabo que no está tan feo, se ve salvajón y era un mensaje entre líneas el que tal vez me estaba enviando... Alto, corriosito pero fuerte, con anillos en las manos (eso es setsi), mucho vellito en los brazos, fundamental para mí.



Ora sí ya me vi: Sexo placentero (quiero pensarlo), matriz cargada con todo pagado durante nueve meses, alumbramiento en clínica nais y un bebito que a final de cuentas ya no será tan mío después de todo... Pinche ojete, pensarán. Un poco, les diré.



Lo que sí no sé es cuánto cobrarle por el paquetito completo...



jueves, 29 de enero de 2009

Virginia Medina y las clases del terror.

Te toca inscribirte a las 9:30, me dijo Alma.


Chingá, ¿cómo que a las 9:30 si saqué 9 de promedio el semestre pasado? No, no me chingues.


Te toca a las nueveymedia y no puedes hacer nada. De todos modos vamos a ponernos bien de acuerdo para saber cuáles maestros vamos a escoger para que no nos toquen los meros cabrones, acuérdate que este semestre debemos tomar inglés y portugués para sacar las constancias de idiomas, me contestó.


Los horarios de inscripción de materias comenzaban a las nueve de la mornin, pero había 6 ventanillas delegadas a la carrera de Comunicación, así que las posibilidades de que me tocaran los profesores que yo quería eran casi nulas.


"Acuérdate de no poner a Virginia. Dicen que esa vieja es una cabrona y no vas a pasar el semestre con ella", decían mis compañeros de semestres adelantados al mío.


Llegué a la ventanilla. Estaba atascada de estudiantes inconformes con su tira de materias y con los profesores asignados.


"¡Tu tira de materias, pero rapidito que hay mucha gente esperando!", me gritó la gorda que sólo trabaja en días de inscripción.


"¡Laura C, lista tu tira de materias! ¡El que sigue!"


Reviso y reviso y reviso. "Me recarga la chingada: Semiótica y Estructura de Medios: Virginia Medina"...


¡Noooooooooooooooo! (Le siguió un eco eterno a mi grito)


Y para acabarla de fregar, las materias tocaban el mismo día y consecutivas, así que martes y jueves de nueve a una serían las sesiones con la maestra que nadie quería.


El primer día de clases todos estábamos expectantes a lo que sucediera. Jamás la habíamos visto, así que nos la imaginábamos grande, gorda y con un lunar en la mejilla.


Entró al salón una mujer diferente: rubia (cenizo claro, segura estoy deso), elegantísima y con un portafolio nais.




"Yo sé que me consideran una cabrona y lo soy. A mí nadie me verá la cara de pendeja ni hoy ni mañana. Quienes quieran tener su seis asegurado díganme sus nombres para ahorrarme la pena de tener que reprobarlos".



Ni madres. Yo no me paro. Antes muerta que sencilla. Yo no quería un seis en mi ilustre historial académico (bájale)



De sesenta en el salón quedamos diez pero esos diez quedamos sorprendidos por todo lo que aprendimos con ella los siguientes seis meses.



"¿Tú qué?", me dijo. "¿No te vas a rajar como los demás?"



No. Yo nunca rajo. Aquí me quedo.



"Bien".

miércoles, 28 de enero de 2009

Me quería casar con un Israel.


Hasta en los amores platónicos uno siempre da de más.




El mío tuvo lugar en Ciudad Universitaria cuando tenía catorce años.




El fútbol siempre me pareció un deporte espectacular. Mevalemadres si dicen que soy parte de la masa no pensante de este país. Me gusta el fútbol y ya.




Bajito, de 1.65 mts, ojos rasgados, cabello oscuro y cara de niño. Bastaron esas características para que me enamorara de Israel López, otrora jugador de los Pumas.




Ocho años mayor que yo. Obviamente a mis catorce años ese morro de veintidos en la vida iba a voltear a verme así le pidiera yo que fuera él mi primer pecado... ¡Qué pedo conmigo!




Así fue entonces que con mi pensamiento de morra caguengue me decidí a ponerle a mi primer hijo "Israel". En honor a su platónico padre.




"Ni modo má, si ese güey no me hace caso lo mínimo que puedo hacer es casarme con otro que lleve su nombre". Otra vez, qué pedo.




Lo prometí. Me casaré con un Israel que juegue fútbol.




A mis diecisiete conocí a "Chepo". Un tipo de lo más feo pero a mí me traía loca. Iba en el 503 y yo en el 504 así que por lo menos en el pasillo a fuerza lo tenía que ver.




Debía matemáticas. Pinche bigotón de álgebra me reprobó con 8 así que tenía que recursar la materia en la tarde. Esperando clase que comenzaba a las 15:20, me di cuenta que en el campo de la escuela estaba entrenando "Chepo".




Arturo, compañero de clase de recursamiento y amigo del inverbe éste, iba pasando y fue cuando lo intercepté para preguntarle quiénes eran los que estaban entrenando en la cancha.




"Ah, es la selección de la escuela. "Chepo es el capitán", me dijo.



"Pero cómo se llama Chepo, Arturo".



"Se llama Israel".




Madre mía. Una noche antes le había jurado a lamá que sería un Israel con el que me quisiera empatar el resto de mis días.




Lo conocí, me conoció, le di miedo, no quiso anotarme gol y pa' pronto ya no sé qué fue de él.




Le pedí la clásica foto el último día de clases en la preparatoria.




Amores platónicos. No sé, igual y ahora la hija de Chepo, si es que la tiene, se llama Laura.



No lo culpo.




Uno nuuuuunca sabe.



lunes, 26 de enero de 2009

El peineverdeazulejo de Sasha


Apenas iban a dar las nueve de la mañana el sábado cuando lamá se dedicó a despertarme a gritos, pidiendo que acompañara a la tía Norma al doctor porque estaba enferma.



"¡No! es el único día que puedo despertarme tarde, muy tarde, sin presión, y tú me despiertas así, sin piedá", pensé.



"Ahora voy", sólo atiné a contestar.



Me vestí, me puse mi collarín incómodo, sali de casa y me dispuse a acompañar a la flaca al médico.



Cuando estaba esperándola afuera del simiconsultorio recordé cuando compartíamos la casa con ella.



Trabajaba como cajera en Gigante y usaba un montón de maquillaje. Tenía una bolsa llena de cosméticos y un peine color verdeazulejodebaño que me gustaba mucho. Se levantaba a las seis de la mañana y acaparaba el baño. Si la chis te llegaba a esa hora ya te habías chingado. No te dejaba pasar. Hora y media después, se abría la puerta del badrum y con ella salía un montón de vapor, como si hubiera salido del sauna.



Después de su baño, se disponía a poner su cassette con rolas de su tiempo. El soundtrack de su vida lo conformaban Marisela, Dulce, Yuri, Lucero... Todas contemporáneas. Música para la juventú de aquellos años.



No puedo decir que no. Crecí con esa música y fui feliz hasta que lamá compartió conmigo sus acetatos de los Rolling Stones, Queen, The Doors y así. Ahí fui más feliz todavía.







Con la tía Norma fue que conocí el pop más meloso. Todavía conservo el peine verdeazulejo y ahora lo ocupo para cepillarme el cabello antes de pintármelo. Cuando veo el peinecillo en el tocador del baño es entonces que me acuerdo de la música que escuchaba gracias a ella.




Este fin de semana me dediqué a bajar mucha música a mi compu. No me arrepiento, al contrario, en cuanto la puse en sintonía mis papás se pusieron a cantar algunas partes, en otras lamá mentaba madres y en otras que yo cantaba con mi sonrisa evocando recuerdos mi hermano sólo atinaba a decir: ya estás ruca.





La que dejé completa fue "Guerra Total" de Sasha... Ese disco todavía lo conservo en acetato... Pecado musical, no sé, pero cómo me hace recordar la etapa final de mi infancia y el inicio de mi adolescencia, que gracias a lamá, se volvió rock. Ahora aparecía el tío Arturo con Bob Dylan y su "Like a Rolling Stone".








jueves, 22 de enero de 2009

Goyo y la llamada de Leandro Augusto

Pocas son las cosas que verdaderamente me hacen sonreir.


De algunas semanas para acá me resultó difícil esbozar una sonrisa y no precisamente porque no quisiera o porque no hubiera motivos para sonreir, pero con la lesión hasta eso me dolía.



Un accidente puede cambiar las cosas de manera sorpresiva. Hace que te des cuenta de qué tanto te tiene presente la gente en su vida.



No es algo que me tenga preocupada, pero de verdá que hay situaciones que no te esperas qué sucedan.



El primer día que estuve convaleciente en casa, le decía a lamá (visiten su bló, está empezando, pero se irá puliendo :P) que iba a llamar a mis tías para que fueran a visitarme y me llevaran mis guisos preferidos: enchiladas verdes, tacos dorados, sopa de espinaca.



Pos no. No me hicieron ni enchiladas ni taquitos, pero Norma, latíaflaca, por ejemplo, me invitó a su casita a comer sopa de espinaquita y quesadillitas de hongo. Muy rico. No tuve qué caminar mucho pues su casa queda a la vuelta de la mía.



Recibí muchas llamadas y mensajes. Tor, pese a estar "presionado todo el día", me actualizaba de lo que pasaba en la redacción, L me llamaba todas las mañanas para darme los buenos días, J también enviaba mensajes con piropos obscenos para que pudiera reirme deapoquito. Amigos corresponsales y gente conocida de otros estados de la República Mexicana también estuvieron al pendiente de mí. En el medio el mundo es sumamente pequeño.



El martes, ya incorporada al trabajo (muy a mi pesar y a mis dolencias), recibí un mensajito que mostraba una gran preocupación por lo que me había sucedido.



"Mañana te marco del trabajo porque ahora no tengo saldo. Sólo espero que estés bien Lau".



Me sentí bien. Hace mucho no sabía de mi amigo y me dio gusto que gastara su último mensaje para hacerme saber su lamentable sentir por mi estado deplorable.



Amanecí bien el miércoles. Me sentí mejor. Elpá me trajo a la radio, me metí a grabar mi cápsula para interné y al salir mi celular comenzó a entonar "Milagro" de Lucybell.





Ese, ese es el tono de Goyo.


"¿Qué pasó Lau? Dime cómo estás, cuéntame cómo estuvo todo."



Relaté de manera compacta todo lo sucedido.



"Ash. Lo bueno es que ya estás bien y que no te pasó nada grave. Espérame tantito."



("Es una amiga", oí decir a mi querido Goyito)



Alguien tomó el teléfono y me habló con tono singular.



DESCONOCIDO: ¡Hola!



CT: Hola. ¿Cómo estás?


D: Bien ¿y tú?



CT: Golpeada. ¿Quién eres?



D: Leandro, Lau, soy Leandro.



CT: Ah. Hola. Es que choqué... (Entiéndase e imagínese mi expresión como alguna de las niñas en la actualidá vueltas locas por los Jonas Brothers, guardando la proporción de los casos, por supuesto).



L: Oh, lo siento Lau, así suele sucedeg. Todos llegamos a teneg algún accidente en nuegstgas vidas, pego tenemos que salig adelante. (En un portuñol bastante entendible.)






Las muchas personas que se han incorporado a mi vida últimamente desconocen mi pasión desorbitante por mi equipo. No soy fanfromhell, pero es un aspecto de mi vida que, quien quisiera aventarse a hacer mi biografía, no puede dejar de obviar.

Continúe mi plática con Leandro durante varios muchos minutos.

A eso le siguió una de las sonrisas más sensatas que en los últimos años había podido esbozar.


Y no porque Leandro sea mi ídolo, porque no lo es (me es agradable y no me decepcionó), sino porque Goyo me hizo el día con un detalle tan simple, desos de los que a mí me gustan y con los que fácilmente se me conquista.

miércoles, 21 de enero de 2009

Novatada cuatrera.




La frase que J no se cansa de repetirme tuvo sentido ese día.






"Pareces una chamaca de secundaria que apenas está descubriendo el mundo". Y así era.





Venía de una secundaria con apenas seis grupos. Con algunos amigos que después sólo se convirtieron en compañeros hacía quinielas sobre los partidos de fútbol del fin de semana.



Siempre le iba a Pumas. Siempre. Ese era el único equipo que en mi quiniela permanecía intacto.





Como Tor con Atlante, como Bruno con Chivas. Así. Cuando supe que me había quedado sin ningún problema en la escuela que elegí, me sentí nerviosa. Nos daban cita para una visita previa y para que conociéramos la escuela antes del primer día de clases. ¡Prepa cuatro, ahí te voy!






Ese día fui con lamá. Todo me parecía extrañamente fabuloso. Desde las paredes de ladrillo gris, hasta las rejas pintadas de color oro y las puertas azules con un puma tatuado en cada una de ellas. Los salones me sumergieron en su inmensidá. Llegaba a un mundo desconocido, un mundo del que nadie me había hablado con anterioridá y a pesar de ello me sentí como en casa.






El primer día de clases llegó y con él, la ilusión de mis tías por ser ya una "señorita". Iba vestida con un pantalón de mezclilla, camisita blanca, saco verde con cuadros negros y zapatos de tacón (sí) blancos. ¡Upa! Cuando entré al salón me sentí mirada por todos. Con mi atuendo "casual", bien cuqui. Todos los demás iban con mezclilla pero muchísimo menos "formales" que yo. No lo volví a hacer.






De inmediato comencé a hacer amigos recursadores. Isaac Esparragoza Rascón. Ese era el nombre del chico con cuerpo de espaguetti, cabellos claros y lacios, que me dio la bienvenida a la escuela.






Clase de Etimologías Grecolatinas. Miércoles. Entraron cuatro tipos al salón. "Mañana se hará el homenaje a la bandera. Usualmente es lunes, pero por inicio de curso y mala planeación será este jueves. Estamos avisando a todos los grupos que es obligatorio venir de blanco." Chale, pensé. Esto es como en la primaria. Venir de blanco para entonar el himno nacional y el "Se levanta en el mástil mi bandeeeeera..."






Le platiqué a Isaac. "¡No! ¡No te atrevas a venir de blanco! Es lo único que te voy a decir." Al otro día, me puse mi mezclilla, playera, tenis y adiu... El lagartijero (llamado así porque era el lugar en el que más daba el sol en toda la escuela, fría, muy fría) era el punto de reunión para los dichosos honores a la bandera.









Cambio de clases. 9 de la mañana. Primer piso, salones de cuarto año. La marea blanca se hizo presente. Era el único piso uniformado. "¡Escóndanse en la biblioteca! ¡Corran!" Salieron de los baños, situados al final de los pasillos, muchos tipos enmascarados. Zedillo, Salinas de Gortari, Díaz Ordaz, las máscaras más socorridas. "¡Ora sí putos, ya les llegó su hora!"









Agarraron parejo. Todos en el lagartijero reunidos, listos para presenciar la novatada a los de cuarto. Jitomates, sandías, naranjas, mandarinas, limones y limas, fueron las armas con las que fueron atacados todos aquellos pertenecientes a la generación 97-00.





Ropas manchadas y caras de desconcierto.





No. No fui de blanco.





El Esparragoza me salvó de una novatada que me costó después incorporarme a la estudiantina colegial. Pff.













martes, 20 de enero de 2009

Carta Pública...

No. No soy de las que tenga profunda fe en algo. Ni en mí.


Tampoco creo en que de tanto pensar a la gente podamos hacer que también la gente piense en nosotros y se manifieste en todas las maneras posibles.


Telepatía. No sé.


Cobijada por la luz que emana un foco, me dispuse a leer varios de los espacios que a bien tienden escribir.


Era inevitable. Vi la fotografía de alguien conocido y no hice más que quedarme callada, pensar un poco y recordar.


Tuve depresión post lesión, supongo.


La cama me recibió a la una de la mañana y la almohada trató de ahogar el llanto que traía desde que la fotografía hizo su aparición ante mí.


Desperté. Abrí mi correo y sí. Mi sufrimiento, ese que ya no voy a explicarle a nadie más porque sólo yo lo entiendo, llamó a su puerta.



Carta pública. Así la rotuló.



No puedo hacer otra cosa sino pedirte perdón.

A veces sentimos la necesidad de hacer saber a la gente lo mucho que la amamos, pero también se vuelve necesario ocultarlo para no hacer daño.

Desde que llegué aquí no he dejado de pensarte. He estado solo, pese a que todos han cobijado muy bien mi arribo.

De pronto, comencé a acordarme lo mucho que me hacían reir tus mensajes, las llamadas a las tres de la mañana (siempre resultan agradables cuando se tiene del otro lado a una buena
conversadora como tú).

No pude más que ponerme a llorar por la manera tan mal en la que me comporté.

Recuerdo mucho la vez del aeropuerto. Yo iba de malas. Cuando te vi me dieron ganas de darte un fuerte abrazo y de agradecerte por ser la portavoz de tan importante noticia en mi carrera. No pude. Mis aires de grandeza fueron más y no hice otra cosa más que portarme indiferente. Bien dicen que lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia.

Ya leí dos veces tu libro. Vi las fotografías, escuché las canciones. Te admiré y lo sigo haciendo.

De saber que me pondrías tantas interrogantes en el camino hubiera preferido no conocerte.
Nosotros, en esta profesión, nos caracterizamos por no pensar, por no hacer el esfuerzo mínimo por utilizar nuestro cerebro.

No malinterpretes. Lo haces seguido. De ahí tu apodo, ese que te hace única ante mis ojos.

Supe del accidente y no pensé siquiera en la idea de perderte. Tampoco llamé. No he enviado
mensajes, no he contestado el teléfono.
Sé que eres tú y eso hace que no quiera lastimarte más de lo que ya lo hice.

Nunca pienses que te quiero lejos. Las cosas acá mejoran pero sé que si estuvieras compartiéndolas conmigo serían fenomenales.

Pido perdón por esa indiferencia, pido perdón por hacer que la vida haya dado tantas vueltas y
me haya llevado lejos de donde tú estás ahora…

Pero también doy gracias. Gracias por permitirme conocerte, por hacerte parte de mi vida, por
esconderte debajo de las mesas para darme a conocer mi futuro, por los gritos de aliento que sé que profesas desde casa, por las cartas, por tu dedicación y por seguir a mi lado, pese a que yo no he sido incondicional contigo.

En el pensamiento te llevo, en mi sonrisa también. Te cargo todos los días en las mañanas y pase lo que pase cada que vea mi sombra sabré que también estás conmigo a cada paso que doy.


Mis triunfos, lo sabes, también son tuyos. Tú me llevaste a donde ahora estoy y sabes porqué lo digo. Ahora soy yo quien te pide me dejes llorar por ti.

Así... así termina su "carta pública"...

lunes, 19 de enero de 2009

¿Eres su tocayo?

De verdá... Iba a escribir un post acá bien chido sobre mis primeros días en la prepa...


Todo cuqui... De verdá...


De pronto, shinjirod me envió a mi correo algo que no evitó que, a pesar de mi dolencia en la colucna, me hiciera reir harto.


Lo comparto, no soy díscola.










viernes, 16 de enero de 2009

Andas toda madreada mija


Todo en ese día fue extraño.


Primero, encontré un nuevo post en mi bló. Lo escribieron Babo y Benito, quienes me sorprendieron con la capacidá que tienen para redactar.


Luego, llegó a mis manitas la reposición de mi tarjeta luego de habérseme extraviado. Tan tonta yo. Salí de la casa con tan sólo $48 pesos, pensando que ya había de tener dinerito en la noche para poder comprarme mi comida, pero no. Llegué al cajero y la pinche tarjeta no fue aceptada.


Jotos los del banco. La porra los saluda.


Tuve que decirle a Bruno que viniera por mí para que él me pagara mi pasaje y así llegar juntos a casa. Lo tuve que sobornar, diciéndole que le pagaría el doble de lo que me prestaría.


Llegó por mi, bajamos al cajero para que él sacara dinerito y nos dispusimos a comer él una hamburguesa y yo un par de "jatdogs". Sin refresco. No sé porqué ahora no habíamos pedido refresco.


Fuimos al puesto de revistas a eso de las 20:40 para comprar mi guía del Clausura 2009, para eso de las estadísticas del torneo pambolero que comienza hoy. Tenía que hacer un reportaje para el programa del sábado pero ya no pude.


Nos trepamos a un camión que nos llevaría a Indios Verdes. Como siempre, yo iba de babosa maravillada por todo lo que Paseo de la Reforma le ofrecía a mis ojos: luces, folclor, hoteles majestuosos, todo enmarcado por una llovizna extraña a mediados de enero.


De pronto, el camión viró a la derecha. En ese lapso de 3 segundos me di cuenta que un taxi se le había cruzado al autobus y que estuvimos a poco de estamparnos con él. Justo cuando voy a voltear hacía Bruno para decirle que casi nos estampamos contra el taxi, escuché un trancazo y muchos gritos.


Mi cabeza dio un golpe fuerte contra el asiento de adelante y reboté en el de atrás. La vista de mi ojo derecho se nubló.


Bruno comenzó a gritar: "¡Estás cabrón, estás cabrón!" mientras yo lo jalaba para que me revisara. Se había quedado pasmado al ver a un par de mujeres que tenían la cara ensangrentada a causa de heridas en la cabeza.


Aún con el dolor que sentía, me levanté para auxiliar al par de señoras heridas y marqué a casa de sus familiares para dar la noticia.


Me senté de nueva cuenta y a Bruno ya lo habían bajado del bus. Ruidos de sirenas, luces de las cámaras de televisión, flashazos de las cámaras de los reporteros que cubren la nota roja para los diarios capitalinos, policías que me volteaban con cuidado el rostro para tomarme alguna picshur paranosequemadresdelarchivo.


Collarín, ambulancia, lloradera, radiografías, llamadas a papás, medicamentos, diagnóstico, sala de espera con papás angustiados. Todo eso le siguió al suceso.


Cuando salí del hospital, mi papá sólo atino a decirme "Ya chiquita. No pasa nada, tranquila chiquita". Es la primera vez que mi pá me dice chiquita. Estaba que se lo llevaba la chingada. Lamá me preocupaba más. En cuanto me vió me examinó de arriba a abajo con la mirada. Sentí como con los ojos me contaba los dedos de las manos y los pies para saber si estaban completos. Justo como cuando nací.


Hoy me presenté a trabajar. No tengo seguro social así que el del chofer cubrirá los gastos.


Necesito muestras de cariño, ya saben, dicen que con eso te recuperas más rápido.


No lo sabía. Nunca, nunca, nunca me había visto envuelta en semejante escena. Espero no estarlo de nueva cuenta.


Ahí les dejo el enlace de la nota del percance.


Ah, Amaury no fue convocado hoy para el amistoso contra Suecia.

lunes, 12 de enero de 2009

Benito y Babo. Babo y Benito.

Benito.


Ese es mi nombre. Creo que tengo siete años. Cuando me llevaron al veterinario mis actuales dueños, esa fue la edad que me calcularon al ver que mis colmillos ya estaban débiles, además de que uno de ellos ya se me había caído.
¡Yo siempre poso para las fotos y quedo estupendo!
Ahi les va mi historia. Fíjense que yo vivía en casa de Alma, una amiga que Laura, una de mis dueñas, conoció en la Universidad. Lau me ha platicado que su mamá le dijo alguna vez que quería un perrito chihuahueño. Aclaro: yo soy chihuahueño, pero también soy resultado de una cruza entre ese tipo de can y un fox terrier ratonero. La verdad es que siempre me dicen que estoy muy guapo y que soy tierno, aunque eso no quiere decir que me deje manosear por cualquiera que se me acerque.
En fin, Alma le contó a Lau que me tenía en su casa y que quería regalarme con ella. Resulta que ella aceptó, me llevó a casa y a partir de ese día fui el perro más feliz del universo.
Al principio la má era muy rejega conmigo porque no era propiamente un chihuahueño pero ahora soy su adoración. Le entiendo a cada una de las palabras que dicen y ellos lo saben. Cuando recién llegué pensaban que era mudo... ¡Háganme el favor! Yo no emitía ningún ladrido porque aún no me sentía en confianza para hacerlo, hasta que una noche, creo que dos meses después de que me trajeron a esta casa, a las dos de la mañana, escuché unos ruidos extraños en la parte frontal y me puse a ladrar como loco.
Mis dueños prendieron las luces y bajaron corriendo para comprobar que lo que escucharon no había sido alguna broma.
Me veían desaforados y me decían: "otra vez Benito, otra vez". Yo sólo atinaba a verlos con cara de "no mamen, tampoco soy su payaso".
Desde ese día no dejé de ladrar.
La má fue la que me bautizó como Benito. "Pos ya qué", pensé. No puedo decirte que no ¿verdá? Al principio creí que si me gritaban por el nombre de "Benito" y yo no atendía, entonces tendrían que cambiármelo por otro, pero también pensé: "¿qué tal que me pongan Bruno o algo así? No mejor así me quedo".
Ahora sufro ataques epilépticos. Me pongo muy mal, pero siempre hay alguien al pendiente de mi, siempre hay alguien que se da cuenta de que me pongo mal y cuando eso me pasa, sólo recuerdo que me retuerzo y que cualquiera de mis dueños se ponen a sobarme la pancita y a limpiarme si es que arrojo algún líquido.
Me gusta mucho el pollo y las croquetas para cachorro. Sé que estoy grande, pero ellos me dan desas croquetitas precisamente para que no me cueste tanto trabajo masticarlas.
¡Mmmm, pollitoooo!
Además, desde que me tienen a mí y ahora a Babo, mi hermano menor, han hecho conciencia de lo que significa tener una mascota en casa. Por la edad les gruño de repente, además de que la llegada de Babo, me crispó los nervios porque es muy inquieto y porque yo estaba acostumbrado a estar solito con toda la atención sobre mí, pero ya me acostumbré a su latosa presencia.
Me siento orgulloso de mis dueños. Mi pá me compone canciones teniendo como melodía el tono de su celular, me dice "amigo", sale en su bicicleta a comprar mi carne; mi má limpia mi popis y me da de comer todos los días, me habla como si fuera su bebé, con un tono chillón pero que a final de cuentas me hace sentir querido; a Bruno lo espero siempre a la salida del baño porque me gusta estar con él aunque me diga "abuelo", no sé, tiene algo especial. A Lau... Híjole, lo que más me gusta de ella es que me deja dormir entre sus piernas en las madrugadas de frío y nunca se mueve, porque sabe que si lo hace la espanto con un gruñido o le hago la finta de que le voy a tirar una mordida.
La verdad es que no tengo queja de ninguno de ellos. Ni de Babo, quien ya me está dando lata para que ahora él les cuente su historia. Ahí se los dejo. Obvio empecé yo porque tengo el pelaje más suave y porque en todo lugar hay jerarquías. Ah y cumplo años el 21 de noviembre.
Orale, te toca.
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Babo.
Pos la neta es que yo soy callejero, pero desos bien cariñosos y agradecidos.
Estoy bien carita ¿no?
Mi historia es muy diferente a la de Beno. Muy diferente. Un día de mayo, para ser exactos el 17, Quiku (así le dicen a Lau en casa) salía de la jaus, con la que ahora es mi abuela, es decir, lamá de Quiku. Se dirigían a un cafecito que está cerca de la casa, pues tenían muchas cosas de qué platicar. Yo me les crucé. Venía espantado porque de todos lados me corrían a patadas. No recuerdo bien, pero creo que a mí me corrieron de mi casa, porque me cuentan que llevaba un collar de cuero gastado color negro sin placa.
Quiku se echó a correr pa' decirle a mi abuelo (pá de Lau) que afuera había un perrito que se parecía mucho a Benito (ni que tuviera tanta suerte el abuelo).
Me dio un poco de croquetas para calmar mi hambre porque tenía la piel pegada a los huesos.
Cuando regresaron de cenar, se llevaron una sorpresa al darse cuenta que yo ya estaba en la parte de atrás de la casa. Mi abuelo había decidido adoptarme pero mi abuela decía que ya no quería un perro más.
Pos que me sacan a perder... Chales. Quiku y mi abuelo me sacaron con ellos y fue entonces que pegué la carrera, comprendiendo que no me querían con ellos. Pero el destino estaba escrito para todos nosotros.
En una esquina me encontré con un chamaco alto, delgado y bien parecido. Su olor se me hizo familiar y lo seguí. Como él no me dijo nada entonces le seguí la pista. Todas las casitas eran iguales.
De repente, este chavo tocó el timbre y gritó: "Miren, éste me viene siguiendo". Pos ahora el de la sorpresa fui yo al darme cuenta que la casa a la que habíamos llegado era la misma de los que me habían sacado a perder apenas veinte minutos antes.
No les quedó deotra más que aceptarme y aqui estoy.
Yo dormido...
Al principio me tenían miedo porque tengo mi mandíbula salida, entonces mis colmillos están a la vista de todos. De ahí la creatividad de Bruno para ponerme "Babo". Osh. Este wey se quebró la cabeza pa' ponerme un nombre. Y les explico que me puso así porque ese es el sobrenombre del vocalista de Cartel de Santa, quienes se dedican a cantar jipjop. Son buenos, pero wey... ¡Cómo Babo!
Bueno, al menos me salvé de llamarme Benito. Lo que sí me pasó a chingar fue mi segundo nombre, porque yo sí tengo segundo nombre. "Alejandro". Sí, ese es mi segundo nombre y me lo puso Quiku, quien en ese momento se moría por un vato llamado así. Ahi sí no podía hacer nada. "Limosnero y con garrote" seguramente pensarían en caso de haberme quejado.
Yo como de todo. Como estoy en crecimiento entonces necesito muchas proteínas, mucho calcio, potasio. De todo.
Lo más delicioso es el manjar que mi abuelo prepara para mí y para el Beno. Bistecito acompañado de arroz. Mi abuela también prepara buenas cosas, eso sí, un poco más sanas, como el caldito de pollo con arroz o la sopa de tortilla, siempre hechas con la autorización del doctorcito pa' que no nos enfermemos.
A la que más quiero es a la Quiku. Esa vieja se desvive por mí, aunque luego se hace mensa y nomás no me limpia ni me da de comer, pero ella es mi mamá. Es la única que se deja dar besos en la boca y es la única también que deja que sacie mis necesidades sexuales con su pierna(parcialmente, nunca deja que termine), por eso la amo más.
Mi abuelo es muy chido. Siempre me da de su pan cuando se pone a cenar y cuando se descuida lo lamo, pero deben entender que estoy chiquito y que no puedo contener el antojo. Mi abuela es la que más me procura. Siempre les anda diciendo a los escuincles que me lleven al veterinario para que me corten mis garras y además es la que, contra mi voluntá me baña, pero lo agradezco porque huelo muy rico.
Bruno... Chia... Ese wey también es chido aunque protege mucho al Beno, entonces a mí me grita mucho. Ya le bajó, pero al principio ¡jijoesumá! me traía bien pendejo con tanto regaño. Un día destos me voy a cansar y le voy a soltar una mordida al cabrón.
Vengo de la calle y yo no digo que ahi pertenezco. Gracias a esta nueva familia, de la que soy parte desde hace ya casi tres años, ora tengo un nuevo lugar del cuál jamás me iré.
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Beno: Somos felices, no nos podemos quejar ¿verdad?
Babo: La neta no carnal. Caímos en buenas manos.
Beno: Yo creo que podrías compensarlos con un poco de cordura y también con un poco de educación, porque eres un naco.
Babo: ¡Ay sí! ¡Naco, naco pero al menos no me llamo Benito!
Beno: ¡Eso qué!
Babo: ¡Pos qué!
Beno: Grrr...
Babo: Grrr...




miércoles, 7 de enero de 2009

Juguetitos mágicos.

Bien recuerdo que era en 1994 cuando me enteré quiénes eran los Reyes Magos...

Desde aquella vez (once años tenía yo) no ha faltado ni una sola ocasión algún juguete al pie del árbol, a un costado de mis tenis.


La madrugada del pasado 5 de enero quedé muerta y me dormí sin ilusión alguna. Llegué agotada del trabajo, pero no por la chamba en sí, sino por el trayecto que sigue haciendo mella en mi ánimo diario.

Sinceramente no pensaba que me fueran a dejar algo en esta ocasión pues mis regalos de nuevo año (en mi casa no son de navidá) ya habían sido otorgados. Mi papá me regaló una bolsa larga café hermosa. Parezco Jaimito "el cartero" pero no me interesa, a mí me gusta mucho. Mi má me obsequió un perfume de olor maravilloso que estaba empeñada en conseguir desde hace mucho tiempo... Consigan una muestra, huelanla y verán que no miento... Perry Ellis... Mmmm... Guau... Qué rico huele... Mmmm... Más mmm... ¿eh? ¿si? ¿en qué me quedé? Ah, sí, le sigo.


A las seis de la mañana sentí los jalones de Bruno:


"¡Quiku, Quiku, levántate que ya llegaron los Reyes!"


"Déjame dormir", le contesté, "al rato bajo".


A las ocho de la mañana se me ocurrió bajar y encontré un muñeco precioso en una andadera. Creo que es un mensaje subliminal porque "alguieneeeees" están ansiosos por tener un nieto... Grrrr.


La disyuntiva se presentó cuando me di cuenta que el muñeco estaba enmedio de mi tenis y del zapato de mi mamá... "¡Diablos! ¿Qué tal si no es mío?" pensé. "Mejor no me emociono".


Era mío. Mi papá después pensó que no había causado emoción en mí el regalito, pero lo cierto es que no podía externar mi sentimiento porque no sabía que era para mí.


Me gustó. Ya le puse nombre y no se los digo porque entonces lloverán madrazos.





Platicando con Laura ayer (otra, conmigo hace tiempo que no tengo contacto), recordé que nunca fui de tener juguetes de nena.

Ella me contó que en estas fechas su recámara se llenaba de rosa pastel, deslumbrando toda la habitación aunado a la luz que entraba de las ventanas de su casa.


Mi cuarto nunca fue rosa. Lo más rosa que tuve alguna vez fue un Nenuco que, después de tomar agua, le apretabas la manita e inflaba burbujas que salían de su boquita.


Tenía muuuuchas garbies. Muchas. Una vez me trajeron una bolsa con más de un kilo de ropa para mis muñecas.


Le recordé a Laura (insisto, no soy yo, es otra) que cuando llegaba de la escuela era típico que sacara mis juguetes. Primero llegaba a mi recámara a sacar todos los muebles de la casita de mis monas. Estaban todos metidos en un bote amarillo de plástico con tapadera negra.


Ya con todos los aditamentos listos, me disponía a recostarme boca abajo en la sala, en donde teníamos un tapetote gris con motivos blancos. Extendía mi tianguis.


La sala, el comedor, la cocina, la recámara ya estaban listas. Todo en su lugar y dispuesto a que vistiera a mis muñecas para contar otra historia.


A los cinco minutos, después de acomodar todo, vestir a la muñeca buena, a la mala, a las amigas de la buena, al guapo, ponerles nombres y hacer que todo se confabulara para que la buena se quedara con el guapo... Me aburría.



No podía ir más allá.

Mamá tenía que rogarme para que recogiera mi "muladar" porque en cuanto me aburría me aplastaba a ver la televisión.

Bruno tenía a sus luchadores de plástico y hacía como que ellos iban a salvar a la buena del guapo y pese a que el luchadorcito le quedaba a la altura de la cintura a mi muñeca, siempre lo escogía a él, aunque la violencia intrafamiliar se hacía presente cuando encontraba a la muñeca sin cabeza... Mis garbies sufrieron deso.


Seguí la plática con la Lauris. Entre los juguetes que más recuerdo son mi bicicleta roja, mis patines en línea verdes con correas rosa fluorescentes, mis botseadores de madera, mi caballo de madera, mis tablitas de colores, mis inditas de trapo y mi trompo.










¡Jijodesumá! Cómo le costaron trabajo esos botseadores al Rey Gabino (Porque el mío se llama Gabino)... Me los trajo. Después de nosecuantotiempo, me los trajo.





Lamento mucho que este año no haya recibido a los Reyes con la misma ilusión con la que lo hice hace apenas un año. Lo cierto es que me emocioné mucho con lo que me trajeron en esta ocasión pero la confusión no me dejo externarlo.



Sé que ambos Reyes (porque yo sólo tengo dos) leen mi bló, así que a los dos les digo gracias y busquen donde menos se lo imaginen a partir del... mmm... esperen... hoy cancelé mi tarjeta porque el cajero se la tragó... mmm... esperen... ¡ya! A partir del próximo mes...


Sus reyes, bueno, su princesa, les dejará algo dentro de la lavadora... o en algún lugar de su bello palacio...

Los amo.