martes, 26 de mayo de 2009

Y que me gogleo...


Ya lo había hecho antes...



Por pura curiosidá quise buscar mi nombre para ver qué resultados me arrojaba.



Varios iguales al mío aparecieron desplegados en mi monitor y sólo uno hablaba sobre mí.



Era un artículo que se publicó en la gaceta de mi Universidad en referencia al apoyo que yo daba a los talentos que egresaban de esa escuela para que mostraran sus capacidades en el mundo del periodismo y la comunicación.



Lo agradezco pero es como con un papá cuando su vástago hace las cosas bien: "¡Ese es m'ijo!"



Hace poco se supo desde Bolivia que un jugador de la selección de aquel país sería refuerzo de un equipo en México. Aqui sólo yo sabía del asunto, así que indagué hasta que obtuve el número del jugador y hablé con él.



La exclusiva fue mía pero es de esos logros personales que nadie sabe, que nadie conoce.



Hace unos momentos, en uno de esos ratos de ocio que tengo de 13 a 14 hrs. me dio por goglearme otra vez.



"Desde México, la periodista LC informó al diario Marcas que..."



Y que encuentro otra...



"El defensor nacional Ronald Raldes será nuevo refuerzo de Cruz Azul. Así lo confirmó la periodista LC quien habló con..."



Me sonó raro eso de "la periodista"...



Creo que el talento a veces es reconocido en los lugares en los que menos espero.



Entonces fue que empecé a recordar todo el proceso: las llamadas a Bolivia, el contacto con reporteros de allá, la retroalimentación de información entre los colegas y yo...



Desde en la mañana necesitaba sentirme motivada luego de que hoy regreso a clases para por fin llevar a cabo mi reportaje de titulación...



No tengo tema definido para mi trabajo (acepto propuestas, de hecho urgen).



Hoy, otro logro personal, de esos que sólo yo sé...




miércoles, 20 de mayo de 2009

Habría dicho sí... Sí me caso...

Llegué a Guadalajara llena de miedo pero con toda la intención de que me salieran bien las cosas.

Comencé a vivir cosas que a mi edad se supone que ya se vivieron, por ejemplo, viajar por primera vez en avión.



No sabía no en dónde tenía que recoger mi equipaje ni a dónde me tenía qué dirigir, pero las almas caritativas siempre se encuentran cuando las buscas. Bueno, no siempre...



Al llegar al aeropuerto José me recibió cálidamente, sin hacer aspavientos por mi condición de "defeña".




Me invitó a ser parte del proyecto que apenas hace tres meses cumplió dos años. Era un equipo de trabajo bastante agradable, lleno de jóvenes talentos como yo, ávidos de triunfo y con intenciones de comerse al mundo en varios bocados y por equipo, sin destacar individualidades.



Conocí las instalaciones el sábado. Ese día me dieron la invitación a la presentación del nuevo proyecto, aunque yo no sabía que sería algo tan grande y lleno de glamour. Aquel lunes 19 de febrero tomé un pantalón de vestir café, una camisa blanca y un chaleco café. Me puse zapatos bajos y así asistí a la presentación.



Cuando llegué me encontré entre gente de la alta sociedad de la Perla. Medios de comunicación locales, personalidades del deporte, autoridades del Estado. Y yo, con mi pantaloncito café.



Sin chiste alguno.



Me tocó recibir a Daniel. Iba acompañado de dos güerotas gigantescas. Recuerdo que las dos vestían de blanco. Sus microfaldas eran de una tela parecida al plástico, se veía que pedían auxilio de tan ajustadas que estaban.








Los guié a su mesa como hostess decente y me dediqué después a dar varias entrevistas a los medios tapatíos. Me ví en una posición inversa a la mía, pero esa noche el proyecto destacaba mi persona porque era "la niña que dejó todo para seguir su sueño; la joven que, en busca del crecimiento profesional, dejó a su familia sin pensarlo dos veces, dejó atrás toda una historia personal a cambio de ser una gran periodista deportiva".



A mitad de la noche, Chapis me dijo que alguien me quería conocer. Yo no tenía muchos ánimos porque no había comido nada, aunque ese fue el pretexto para no mostrar lo mucho que extrañaba a mi familia esa noche. El que no estuvieran conmigo en ese momento fue duro para mí.



"Ella es Laura. Supongo que a él ya lo conoces", dijo Chaps...



Y sí. Ya lo conocía. Sólo recuerdo ese gol a Brasil y la piel se me eriza.



Intercambiamos sólo un par de palabras, eso de ser social no se me da(ba)



De ahí pa'l real... Un día recibí una llamada a mi celular... Era él invitándome a salir y yo dale que me rehusaba y rehusaba hasta que ya, dí mi bracito pozolero a torcer.



Era un mundo harto distinto. Nunca había salido con uno de su condición, eso se me hacía sólo para las zorras que quieren sacar provecho de eso. Anda pues.



Me pidió que lo acompañara a renovar su pasaporte. Fuimos con Andrés y Manuel "el tripa". Cuando pasaron por mí a la casa me impresioné mucho al ver a la Hummer de Andrés frente a mi humilde morada. Pfff...



Súbome a la camioneta, pos qué. Al realizar el trámite me acuerdo que lo regresaron por un dato que había ingresado mal.



"Morra, ayúdame. No sé qué hice mal" me dijo.


Cuando me percaté de su error pensé que estaba bromeándome.


"Aqui dice: Estado Civil" contesté.


"Sí, soy del Salto, Jalisco." me dijo sin inmutarse.



"¿Es en serio, Daniel?"



"Sí, de verdad que soy de allá, morrita"...


Riéndome y después de hacerle ver que su error había sido garrafal, salimos de realizar el trámite para ir directito a una plaza a tomar helado. La gente los detenía para una foto o una firma y yo ahí, mirando nomás, disfrutando algo que no me había dado la oportunidad de hacer.



Luego de varias veces de salir, así sin más, me convertí en su novia. Quería que lo acompañara a las entrevistas y nunca lo hice. Lo mío nunca han sido los reflectores.



Regresé a México... Causas ajenas a mi voluntad me obligaron a retornar con mi familia y prácticamente dar por terminada mi relación.


En una de sus visitas a la capital planeamos una reunión. Me dio un anillo. Uno bien brillante y con una piedra discreta. A mí me enseñaron desde niña que cuando alguien te da un anillo es señal de compromiso. Yo me quería casar, de verdad que sí. En ese momento lo primero que me pasó por la mente fue "no te cases".










No podía acceder a tanta petición. Dejar carrera, cuidar hijos, ya no estudiar ni titularme, dedicarme sólo a la casa.



Un día me mandó una página con una liga a Tiffany. Consulté a la malquerida sobre esa página y me dijo que era de anillos de compromiso muy caros. Ilusa, creo que soy la única mujer que no sabe que es la marca de una joyería. Me vi tan tonta como él y su estado civil.



"¡Ándale, cásate! Total, te quedas en tu casota a cuidar a tus dos hijos, a tus veinte carros y tomas el sol en un jardinsote con albercota" me dijo.


Justo cuando estaba meditando mi decisión y cuando iba a acceder me entero de la mentirota.

Me mienten y no perdono. O tal vez perdone pero no olvido. Entonces no perdono.









Después de una temporada corta en Monterrey, luego en Estados Unidos y tras una introspección cabrona, ha regresado con nuevos bríos, pero ya no para mí.



Sigue dedicándome sus triunfos y lo agradezco. Tiene frente a él uno de sus más delicados compromisos... Lamentablemente no es conmigo... Lo único que ahora tiene de mí es mi nombre tatuado, en hebreo, en su brazo derecho... Aunque temo que no sea el mío y haya sido una equivocación como aquel estado civil en la renovación de un pasaporte...



By the way... Hoy mi celular sonó, reconocí su número, contesté y le siguió "Still I wake up in the morning thinking of you" de Goma...

lunes, 18 de mayo de 2009

...

Y cuando me miraba en el espejo no me gustaba lo que veía.

Me quitaba la blusa a rayas y me ponía la lisa, sí, esa café que hace que me vea menos gorda.

Ahora era el pantalón. Mejor me pongo el de pana, no es de mezclilla, pero al menos me hace sentir mejor. Como un placebo.

¿Y si me cambio los aretes? Me pondré unos largos... Mejor no... Mejor me quedo con los broqueles, al fin que hacen que la atención se centre en mi cara y que mi cuello se vea más largo.

¿Qué tanto le hago si tengo gastritis y el vientre lo tengo siempre inflamado? Sacaré mejor el pantalón que me quede más grande, el suéter más holgado que tenga y ya. Al fin que y qué si nomás voy a trabajar.

De un tiempo para acá me doy como asquito. No me gusto y ya.

lunes, 11 de mayo de 2009

La quería asesinar...


Y es que me tenía fastidiada.


Recuerdo que cuando aún no nacía mi hermano ya peleaba mucho con ella. Teníamos un gallo en el patio de la casota pegada a la carretera. Cuando la hacía enojar me echaba a correr y me salía de la casa, precisamente al patio, en donde ella iba tras de mí y sólo le quedaba reírse luego de escuchar mis carcajadas de niña de 2 años.


Estando en el departamento no aguanté un regaño, tomé el cuchillo y estando ella de espaldas alcé mi mano y ella volteó diciéndome que la matara de una vez. De nueva cuenta puse como pretexto que el diablo me manejaba la mano y no tuve otra opción que pedir disculpas y soltarme a llorar.


Obviamente no la iba a matar... I don't think so... I guess...


Es más, ahora vienen a mi mente un par de recuerdos en que ambas nos quisimos matar.


La primera vez fue cuando me pidió que levantara mis juguetes. Los levanté y ella, con una actitud más que maquiavélica, los tiró de nuevo para hacerme levantarlos otra vez. No conforme con que ya los había levantado, me los tiró otra vez. ¡Total! ¿Qué quieres qué haga?, le dije. Salí corriendo por la puerta y me juré no regresar a mi casa, pero a esa edad juraba muchas cosas y no las cumplía cabalmente.


La segunda me hizo lo mismo y en mi drama de primaria quise salirme de nueva cuenta de la casa y sólo sentí una mano sobre mi cabeza, un tirón a mis greñas rulas azabache y un "¡te vuelves a salir de la casa y así te regreso!"


Pese también a los malos recuerdos tengo muchos muy buenos que proliferan en mi cabeza. Me ayudaba mucho con mis tareas y me dejó la mano morada de tanto guamazo cada que tenía una falta de ortografía.


Así que no, no me volví a salir de mi casa y a mis 26 añitos sigo viviendo con mi mamá y no... a mi Flor... ya no la quiero asesinar...

martes, 5 de mayo de 2009

Diálogo con mi conciencia.


"No entiendes que no debes involucrarte tanto ¿verdad? Los seres humanos se complican de tal manera la vida que nunca aprovechan las verdaderas ocasiones que tienen para ser felices, o por lo menos, medianamente felices".



No me regañes, te he dicho que de estas cosas nunca se aprende. Supongo que vamos valorando ciertas cosas pero hasta ahí. Además, qué importa que me involucre un poquito más. Estoy tomando mis precauciones para no tropezar con la misma piedra, eso deberías reconocerlo. Te la pasas siempre diciéndome en lo que estoy mal pero nunca me das mérito cuando así lo merezco.



"Es que no puedo felicitarte por eso, niña. Estás haciendo lo mismo que hiciste la última vez sólo que estás prolongando más las cosas. Y ni te quejes tanto, aunque te regañe o te recomiende ciertas actitudes te las pasas por el arco del triunfo y me mandas callar. Te metes a tu recámara, te pones a aventar lo que se te ponga enfrente, me mandas a chingar a mi madre y ya, me dejas muda".



Deja de quejarte. Para ti todo es fácil porque siempre tienes la razón, o al menos, crees tenerla. Te he demostrado también que no siempre me equivoco, aunque por lo general, a mi corazón es al que termino haciéndole caso. ¿No te llevas bien con él, verdad?



"Lo estimo, pero hasta ahí. Hay ciertos aspectos en los que jamás estaremos de acuerdo. Yo no concuerdo en absoluto en las maneras como te aconseja para que desperdicies tu vida en gente que no valora lo que le das. Él (tu corazón) siempre te dice: guíate por mí, por lo que sientes... ¡Sopas! A poco él está aqui para levantarte o sobarte cuando te das el madrazo... ¿No verdad?"



No. Siempre me sobo sola porque ni digas que tú vienes aqui a levantarme ¿verdad? ¿Del último trancazo quién me levantó? Ah, entonces ni digas que me estoy equivocando en esta ocasión. Sí. Acepto que me estoy involucrando un poquito más de lo que estaba planeando. Este muchacho me ha sabido ganar. Aunque conciente estoy de que, por el momento, sólo es mi amigo.



"Ja-ja-ja deja que me ría un poco por lo que acabas de decir. Fíjate. Me acordé de lo que te decía tu mamá cada que metías la pata: 'Conmigo no vengas a llorar'. Además, qué le haces si a final de cuentas tus ataques de baja autoestima te van a ganar a la hora de la hora, te harás chiquita en cuanto lo tengas de frente por primera vez, le ayudarás (como al otro tonto) a cumplir sus objetivos y te botará de nueva cuenta para que vuelvas a ver por televisión lo que logra gracias a ti".



¿Eso qué? ¿Sabes qué? Ya me hartaste...



"¿Ves? Ahorita te vas a encerrar en tu recámara y comenzarás a botar todo y de nueva cuenta me mandarás a la chingada y me iré contenta porque, una vez más, tengo razón. No es posible que te estés enamorando de alguien con quien sólo tienes contacto por teléfono, correos y el messenger ese del diablo. Pon los pies en la tierra, hay cosas que no son para ti y si me vas a mandar directito a la goma entonces mándame bien"...



Vete a la chingada entonces. Hay cosas en las que jamás tendrás razón. Tal vez en esta sí la tengas, no lo dudo, pero mientras me doy el otro trancazo bótate a la fruta y déjame seguir disfrutando de su amistad y de las sonrisas que me inspira recibir un mensaje cada mañana deseándome un buen despertar...