miércoles, 29 de abril de 2009

¡Buenavista, buenavista, buenavistaaaaa!


Dieciseis los años que tenía cuando realicé mi primer viaje fuera de la ciudad.



Un hermano de la má se había ido a vivir a Guadalajara por cuestiones de trabajo así que lo tomamos como el pretexto perfecto para alejarnos del caos que siempre ha representado habitar en la Ciudad de México.



Tomamos las maletas, el pá no quiso acompañarnos porque su trabajo no se lo permitía así que mi hermano y yo salimos de la mano de mamá para emprender el viaje.



Compramos boletos y nos fuimos en tren.



Una experiencia distinta era salir de la ciudad pero otra aún más especial era viajar en tren. Me lo imaginaba como en las caricaturas. Por lo menos con Remi lo usaron más de tres veces.



Llegamos a las 12 de la noche a la estación Buenavista.



Los asientos eran muy incómodos y mi hermano se sentó solito. Papá nos recomendó que lo dejáramos a él y que mi má se sentara conmigo para no ir solitas. A final de cuentas terminamos acomodándonos los tres en dos asientos.



Íbamos cubriéndonos del frío con un par de cobijas que mamá empacó como precaución ya que viajaríamos de madrugada.



Nos dijeron que llegaríamos alrededor de las seis de la mornin' a la Perla Tapatía.



Sin querer, Guadalajara ha estado ligada a mí desde pequeña.



Amaneció y seguíamos a bordo.



Mamá me mandó a preguntar en dónde es que íbamos y que si faltaba mucho para llegar.



Me encontré en el pasillo al maquinista. Me dijo que ya nos habíamos pasado y que estábamos en Tlaxcala, que nuestro destino se nos había pasado como por dos horas.



Con mi carita de pánico, corrí a decírselo a mi mami pero antes de que llegara a ella, el maquinista me alcanzó y con una sonrisa me dijo que no era cierto, que en poco tiempo estaríamos llegando a Jalisco.



"No le veo la gracia" pensé.



La experiencia que viví con mamá a bordo de ese tren fue maravillosa pese a que me la pasé dormida, incómoda, pero dormida.



Me pareció especial porque en el sueño pensaba que en cualquier momento nos iban a hacer descender unos ladrones con paliacates que cubrían su rostro (tal cual ahora los tapabocas nos lo cubren) y que se iban a llevar todas nuestras pertenencias.



Creía también que al amanecer sólo vería a mi paso un montón de maizalez con varios girasoles asomándose a ver al astro rey.



Imaginé que al llegar a la estación en Guadalajara sus pisos de madera crujirían cada que yo diera un paso al frente para correr a los brazos de mi tío. Que miraría un reloj al centro y que habría personal que con una sonrisa nos diera la bienvenida.



No.



No hubo nada de eso.



Lo único que me recibió fue el calor del abrazo del hermano de la má y un montón de tapatíos apáticos, temerosos de que "los chilangos" les fuéramos a robar sus pertenencias, tal y como los ladrones de trenes hicieran en sus épocas de auge...




jueves, 23 de abril de 2009

Corazón pertrechado.

Me vi mirando al cielo.




No me dolía nada y de lo único que me dí cuenta fue de que mi blusa estaba manchada de sangre a la altura del corazón. Pero no me dolía.




Supongo que era por la satisfacción de no sentirme utilizada, de que por fin se haya acabado el estar siempre en medio de todo, de todos.




Había cumplido la misión para la que fui encomendada: tratar de aportar algo a la vida de quienes me rodearon en cuanto estuve viva. Por lo menos, pensé, se equivocaron conmigo y regresaron a la senda correcta para no cometer ese mismo error con otra persona.




No repasé la vida que me tocó vivir. Sólo recuerdo que antes de que comenzaran a salir mis alas vi a la que fue mi mamá diciéndome que la vida se trataba de disfrutarla. Le gritaba que su disfrute me había impedido alguna vez disfrutar a mí, pero a eso había venido.




Después, vi la cara de mi hermano, diciéndome siempre que me quería pero no dejaba de minimizarme cada que podía. Yo sólo le contestaba "imbécil, grandísimo estúpido" pero él siempre pensó que eran ofensas cuando lo único que quería era un poco de respeto.




Al último que vi fue al otrora mi padre. Me dijo que estaba encabronado porque tenía que ir por mi a mi lugar de trabajo.




Siempre estuve en medio de los tres. Todos sus demonios fueron descargados conmigo, sus miedos, sus frustraciones, sus enojos. Me sentía como el lazo que entrelazaba a esas tres vidas, pero que a ninguna de ellas les interesaba que ese mecate estaba a punto de romperse de tanta carga.






Ya no valía la pena quejarme. ¿Para qué? Siempre me dijeron que me la pasaba llorando por todo, que no sabía hablar de otra cosa y era cierto. No podía hablar de algo más cuando lo único que me ocupaba era mostrar cómo se tenía que se ejemplo de todo.




A eso se reducía la vida: a la familia que me encomendaron, a la profesión que elegí y algunas veces a los "amigos" que acumulé hasta antes de morir.




Mi historia siempre fue la misma, sólo habría que cambiar el nombre a los co-estelares.




Repasé sus nombres antes de irme y esperé a que recordaran mi nombre por el resto de sus vidas.




Arianne, Víctor, Julio, Michel, Paloma, Abigail, Alejandra, Jonathan, Sánchez, Verónica, Sergio, Claudia, Elizabeth, Cristina, Elda, Javier, Luis, Berenice, Nadia, Chepo, Shyomara, Alma, Carlos, Michelle, Cintzia, Martha, Jorge, Adriana, Lorena, Amaury, Sergio, Éder, Saúl, Adrián, Alejandro.




Ya después creo que me alejé de mi objetivo. La burra no era arisca. La hicieron los putazos.




Desgraciada, perra, insensible, intolerante, desmotivada, despectiva. Cada trancacito me dio tan en la madre que terminé siendo una culera.




Me despedí con una sonrisa, me acuerdo. El corazón no me dolía. Bastante pertrechado quedó que de tanto hoyo el sufrimiento se escapó...




martes, 21 de abril de 2009

El niño de Tepic

Las ilusiones fueron las que terminaron de impulsar al pequeño a que realizara sus sueños.





Conforme fue creciendo se dio cuenta que la vida no iba a ser tan fácil para él y que para demostrar su talento tenía que separarse de su familia para cumplir cada uno de sus anhelos, cada uno de sus objetivos, aunque muchos de ellos parecieran imposibles.





La vida del hombre está hecha de eso: de sacrificios.Es difícil no perderse en un camino tan lleno de tentaciones, tan lleno de soberbia y también tan falto de humildad. Es precisamente esa actitud la que lo está llevando al inicio de una nueva vida, misma que estaba esperando desde que era pequeño.





El niño que salió con la ilusión a cuestas de Tepic está ahora palpando aquellos sueños que a veces parecían agua que se escapa entre los dedos. Su realidad ya es otra.







Como aquella ocasión en que recibió la noticia de que tendría la oportunidad de representar no sólo a su tierra natal sino a todo un país vistiendo la camiseta de una selección ávida de triunfos y de logros que se quedan pendientes, esperando a que alguien llegue a concretarlos.







Nadie resalta que su carrera nunca ha sido manchada del rojo que emana una tarjeta de expulsión, en cambio, se ha visto resaltada por goles de una manufactura tan exacta como un tiro de media distancia, ejecutado con la pierna cargada de los objetivos con los que de niño soñaba.







Probó las mieles de varios campeonatos, de ver coronado su esfuerzo con el levantamiento de un trofeo. Un año fue el que estuvo esperando pacientemente una llamada que lo hiciera vestirse de rojiblanco.







La espera terminó. Poco a poco va cumpliendo sus sueños y al momento, ha hecho historia convirtiéndose en el último héroe que levantó su puño derecho en señal de triunfo sobre el más grande rival, en un escenario que probablemente haya albergado el magno evento por última vez...







Millones de almas impulsaron a aquel que con humildad y perfil bajo, logró cabecear y meter el gol, pero una de ellas, sólo una, sabía que él era el que al día siguiente de la batalla, protagonizaría el tema del que aún todavía se habla...





Ella, desde casa, sabía bien que el último héroe sería el niño de Tepic.

jueves, 16 de abril de 2009

Memeando ando.







Ya había visto varios por ahí. No me llamaban la atención hasta que me tomé el tiempo de leer las respuestas de alguien que vive conmigo y conocí algunas cosas que no sabía.
Fue entonces cuando Xaps me dio el pretexto perfecto para ponerme a recordar lo que en la infancia me marcó para ser lo que ahora soy.



¿Cuál es tu primer recuerdo?
Tengo varios. El primero que se me viene a la mente es aquel en el que mis papás me llevaban a la iglesia vestida de india por el día de las mulas. Otro es cuando me la pasaba gritándole a Flor que alejara a su hijo de mí porque estaba de chillón; desde ese momento creo que no tolero a los chamacos llorones.




Nombra alguno de tus juguetes favoritos.
Chales. Pues siempre me gustaron los boxeadores de madera. Les puchaba la palanca del centro (por más mal que se oiga pero así era, ¿yo qué?) Y a los que más quiero en el mundo son a Antonio, un bebé sin cabello que tengo desde los tres años y al cual bauticé así por un jugador de Pumas y a Israel, un Nenuco rubio (es oppppvio que jamás tendré un hijo güero) al que le puse así porque otro jugador auriazul me robó el corazón a los 12 años. Pffff, chamaca caliente.


Alguna travesura de cuando eras niño.
A mis hermanos les pegaba. No sé si sea travesura pero siempre fui niña ñoña. Cuando me fastidiaban la vida entonces empezaba a pegarles hasta que mi mano me dolía y cuando mamá llegaba sólo atinaba a decir que el diablo me movía la mano.

¿Cuál es tu comida favorita?
Las enchiladas verdes... Hay tantos guisos que tan sólo de olerlos me vuelven estúpida. Los tacos dorados con salsa hecha por cualquiera de mis papás son exquisitos.






Tus dibujos preferidos de la caja tonta.
¡Thunder, thunder, thundercats, oh! A huevo. Yo era Cheetara. Y también me creía Acerina, integrante de los Silverhawks. ¡Son de plata y de acero! Llegaba corriendo de la escuela, me quitaba los zapatos, me subía en la cama de mi tía Norma, sacaba mis polvorones de vainilla y mi cartón de "mileche" que me daban como lunch y no me perdía ningún capítulo. También me gustaban los Ewoks y los Snorkels.








Tu primera colección de cromos.
¡Upa! Creo que esa fue hasta 1998 cuando llené mi álbum de la copa del mundo en Francia.



Tu mejor amigo y por qué.
Chales. Llega un momento en el que todos los amigos te fallan, aunque sea un poquito. Creo que en este momento no tengo un mejor amigo. Yo siempre me jactaba de que mi mamá era mi mejor amiga pero siempre me dijo que ella no era mi amiga, que era mi mamá así que no. No tengo.



El primer libro que leiste.
Mi Tío Teo, de la autoría de Pilar Mateos. Era un cuento que trataba sobre una niña que no conocía al hermano de su mamá y siempre se imaginó que era el centro delantero del Real Madrid. Cuando fue por él a la estación de trenes se llevó menuda sorpresa al ver que el tío Teo era menor que ella y distaba mucho de ser el pichichi del club merengue. Precisamente coleccionaba cromos y jugaba matatena.



Aquella canción, que siempre que escuchas, viajas a tu pasado.
Varias. Muchas. Es de esos pecados de los que a veces me arrepiento y otros no tanto. Me gustaba mucho un dueto llamado "Mía y Matias" y cantaban El Baile de la Mané. No puedo dejar de mencionar "Son un desastre" de Timbiriche. Chiaaaaa.


Aquel maestr@ que todavía hoy lo recuerdas con cariño y por qué.
Luz María. Era mi maestra de álgebra en la secundaria y me enseñó que las matemáticas no son tan feas como parecen. Ya después en la preparatoria me ayudó a no suicidarme por haberme ido a extraordinario.



Una película que jamás olvidarás porque te recuerda tu niñez o
juventud.

Superman. Mi papá me llevó con mis hermanos Bruno y Ricardo al cine Molino del Rey a ver la película. Todavía era de permanencia voluntaria y había intermedio. Al terminar de verla lo primero que hicimos al llegar a la casa fue acostarnos boca abajo en la litera superior y volar con los ojos cerrados.






Aquéllos tebeos que leías con avidez cuando eras pequeño.
Memín Pinguín. No sé porqué me sentía identificada, jaja.



Una mascota que tuviste de pequeñ@.
No tuve mascotas hasta que hace cinco años llegó Benito y ya después Babo. Recuerdo sólo que había una perrita blanca y un gallo en el patio de mi casa, pero es muy vaga la visión.



El primer coche que tuviste cuando te sacaste el carné de
conducir.
Ni siquiera tengo licencia. Es más, ni sé manejar.


Un viaje o excursión que hiciste con los compañeros de clase.
La primera fue a las pirámides de Teotihuacán. Como cof cof, me saqué el primer lugar de mi clase cof cof y además fui excelencia académica cof cof entonces nos llevaron con toda la crema y nata de las excelencias académicas cof cof a un viaje cultural :)


Aquél juego que te gustaba tanto jugar de niñ@.
Bateadas. Nos juntábamos con mis vecinos a jugar algo similar al béisbol pero en vez de tener una bola y un bat usábamos una pelota de plástico, hacíamos equipos con igual número de integrantes y lo que hacíamos era patear la pelota para mandarla lo más lejos posible y así anotar carrera.



¿Qué programa de la televisión de aquéllos años era el que más te
gustaba?
La carabina de Ambrosio me fascinaba. Gina Montes era la onda meneando las caderas. También me gustaban los polivoces aunque el openin del chou me daba un poco de miedo.





Un regalo que te hicieron tus padres que jamás olvidarás.
Siempre me la paso pidiendo en mis cumpleaños y no me dan nada por pedinche, pero me cumpleaños 25 me gustó mucho porque creo que fue la primera vez que pensaron realmente en qué es lo que me gustaría tener conmigo. Me dieron una plata de bambú en una maceta de cristal y mi disco oriyinal de Lucybell. Nunca he sido complicada para los obsequios. Con una entrada al estadio soy feliz.






¿Hay algún olor que te transporta a tu infancia?
El humor que se despide de una olla de barro llena de café con canela. Ese es el olor de la casa en la que siempre quise vivir: la de mi abuela materna. Precisamente el lunes fue que apenas entrando a mi casa, vi a mi mamá posada frente a la computadora y el olor que me atacó fue de pollo en salsa verde... Cada uno de sus guisos los tengo en la punta de la nariz. Un olor muy particular y que siempre llevo conmigo es el de un borrego que ella me regaló perfumado cuando partí a vivir sola a Guadalajara.




Un día o un momento de tu infancia que no olvidaras nunca, porque fuiste
inmensamente feliz.
No sé... Es ahora el momento en el que no recuerdo alguno que me haya hecho feliz en mi infancia... Supongo que sí tuve...
Ya eso de encomendárselo a cinco personas... Paso...

sábado, 11 de abril de 2009

Ojos negros, piel canela no es lo mismo que ojos claros, labios rosas



Si pudiera delinearme tal y como quiero ser definitivamente debería tener el cabello grifo, tan grifo que si lo tuviera corto entonces fuera afro.

Desde siempre he tenido la inquietud de sacarme partido y dejarme anonadada por un cambio radical.

No es cuestión de físico, es cuestión de sentirse bien.

Veía a mis compañeras en la escuela y veo ahora a las nenas de mi trabajo y nomás no hay una que destaque en cuanto a aspectos radicales. Supongo que es por políticas de la empresa. Incluso yo, que tengo que vestirme “popis” para grabar breves deportivas, no reflejo mi personalidad con un pantalón de vestir y una blusa de reina.

Fue un tinte “uva” el que escogí. Le pedí a mi papá que me pintara el cabello y el proceso de “entintado” no fue nada satisfactorio. Se la pasó diciéndome que con tanta cosa sólo me chingo el escaso cabello que su Dios me dio.

Luego, le dije a mi má que qué le parecería que rizara todavía más mi cabello… “No te queda. Entiende. Tienes poco cabello”.

Ahora. De poder definir mi estilo (partiendo de que sé que tal vez ninguno sea particular) sería como la Ely… No pido mucho, pfff…

Lo retro siempre ha sido algo que me ha llamado la atención y creo que es hora de darle el giro no sólo a mi cabeza sino a mi vida entera.

Ahora salgo a correr, no aguanto mucho, pero por algo se empieza. Al principio eran tres vueltas. Ahora ya son cinco. En cuanto menos me dé cuenta ya serán 10, 15, 20.

No es cuestión estética, pero aunque mi salud me preocupa, creo también que el estar dentro del medio me ha contaminado un poco para convertirme en un ser superficial al que sólo le interesa la apariencia.

Y sí, más que la cuestión física, quiero saber hasta dónde es capaz de cambiar mi cuerpo, tan es así que un día de estos ya no lo reconozca…
Quiero también separarme un poco de mis papás, buscar mi lugar rústico y frío y cambiar mi guardarropa aunque la mezclilla esté prohibida por acá... Aunque eso realmente está lejano... No es momento para dejar sola a la familia.
Quiero dejar salir a la chamaca con ideas irreverentes y empezar a hacer todo aquello que he pospuesto: escribir mis cuentos cortos, filmar mi largometraje, montar mi exposición fotográfica ambulante...

“Quiero bailar, quiero sentirme hermosa…”

jueves, 2 de abril de 2009

Momentos de catársis.



"Es momento de ir yéndose poco a poco... El tiempo de las cerezas nunca llega en noviembre. No me apetece escribir, hay otras formas de huir y estar loco por solo... sólo por loco..."



A muchos no les gusta. Yo no soy fan recalcitrante. Mi má sí.




No son muchos los conciertos a los que asisto. Mi primer "recital" fue a los 9 años, en un masivo que organizó una estación de radio. A huevo quería ver a Caifanes. Mi papá decía que no había tiempo para llegar y que si lo hacíamos no íbamos a ver absolutamente nada.




Necia yo y mi pá sumamente complaciente conmigo, fuimos juntos testigos de aquel concierto en el que efectivamente no vi nada, nisiquiera con esos aparatos artesanales formados con botes de leche y un espejo. Me tomó en sus brazos y me colocó en sus hombros. Bastante grandecita estaba yo, pero qué importaba, quería ver a Saúl y a Marcovich cantar "No dejes que".




"Ahora sé que encontrarás por ahi a otros mejores... No te preocupes por mi soy como los gatos y caigo de pie... y no me duele cuando me hacen daño"




Apenas llevé a la malquerida a disfrutar, de nueva cuenta, de un concierto a cargo de Enrique Bunbury. Insisto, no soy fan, pero hay cosas que me gustan de él. La principal, es que hace feliz a mi preciosura y eso no tengo con qué pagárselo.




En esta ocasión hubo dos momentos de catársis... El primero fue cuando casi casi al oido y contrario a lo que le enseñaron de pequeña, la malquerida se puso a cantarme el himno que siempre me dedica y al que hice referencia en octubre pasado, cuando fuimos al primer concierto del que, según ella, es mi papá.




Yo ya sabía que no iba a aguantar. Ambas hemos pasado últimamente momentos de ansiedad, de no saber qué hacer, de no saber cómo actuar, qué pensar o qué esperar de la vida.




Lo bueno fue que me alacié el cabello, traía fleco que me tapaba las pupilas y así ella, que estaba tan concentrada, no vió cuando las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Lo dije alguna vez y lo repito: el mejor espectáculo siempre será verla disfrutar con quien esté en el escenario. Así sea Enrique, así sea Sabina, así sea Serrat.




"Hay cercos invisibles para doctrinas increibles, pequeños catecismos para onanistas de abadía. Hicieron trizas para siempre muestra soledad compartida. Santa Lucía vista de lince no ve con claridad..."




Hacía mucho no le ponía tanta atención a la letra de una canción. A veces me daña hacerlo, supongo que porque hay mucha verdad en las líricas. Por eso no he de escucharlas, pese a que la música es de las pocas cosas que me recuerdan que tengo una gran capacidad de sentir.




Al concierto fuimos con Horacio, un amigo que me gustaba y terminó siendo casi casi mi hermano. Él adora a mi malquerida y no lo culpo. Ambos son fans from hell del músico español.




Caminando alrededor de la que es también la casa de los Diablos Rojos del México (conste, es béis y no fut) Lacho nos decía que si lo veíamos llorar con "Hay muy poca gente" o conotracanciónquemencionóydelaquenorecuerdoelnombre no nos burláramos de él. Lamá le contestó que no se preocupara, que lo que pasaba era que Enrique escribe sus canciones de una manera en la que piensas que tú también haz vivido eso. Lo cotidiano, diría incluso él mismo.




"Ahora sé que encontrarás por ahí a otros mejores... No te preocupes por mi soy como los gatos y caigo de pie... y no me duele cuando me hacen daño..."





"El Tiempo de las Cerezas" fue la que me partió en millones de partículas que volaron directamente a Guadalajara pero para quedarse para siempre allá.




Fue ese momento en que me di cuenta que tenía que deshacerme de lo que me hizo tanto daño y preocuparme por lo que ahora me debe mantener en pie: ella, quien con sólo dormir ya me hace tan feliz.




"No te preocupes por mi, soy como los gatos y caigo de pie.. y no me duele."



Supongo que el tiempo de las cerezas es el tiempo de decir adiós... Así que adiós...