Y ya recostada en mi cama me puse a pensar en el hombre en la Luna.
Siempre trato de dormirme con los pies apuntando a la ventana, pero en esta ocasión me dio por correr la cortina y colocar mi cabeza de modo que mis ojos pudieran ver a plenitud el trozo de queso que tenía a la noche como marco.
Muchas eran mis preguntas pero sabía que para la mayoría de ellas no habría una respuesta perfecta, una que me hiciera ver estrellas en el cielo, al menos como nunca en mi vida las he visto.
No quería preguntarle nada. Eso fue al principio, antes de comenzar a analizar todo lo que me ha sucedido en los últimos dos años.
No. Yo soy un caso diferente al de Dorothy Jane Torkelson. Yo no hablo con el hombre en la luna para pedirle que el vecino mayor a mí se enamore perdidamente.
El mío dispuso para mi un lazo que pende directamente desde la luna hasta mi ventana. Me dijo que cada que necesitara platicar con él, sólo tirara del lacillo azul para asomarse.

Casi no lo veo a menos que sea una situación compleja. Así lo hice ayer en la noche.
Lo primero que hice fue contarle cómo mi hermano, a quien nunca veo llorar, se soltó a lagrimear luego de hacerse un examen de la vista. Él siempre ha sufrido de eso, le comenté, pero esta vez sí se espantó porque el panorama no era nada halagüeño.
La conversación, después, giró en torno a la situación de lamá. "Fíjate que, desde que elpá le dijo que debería buscar sacar el certificado de preparatoria, ha estado inquieta. Creo que lo que pasa es que, como todos, tiene incertidumbre, tiene miedo a lo que no conoce, a sentirse grande para hacer ese tipo de cosas", le dije.
"Hace rato, llegué a casa y elpá se puso a preguntarme (como todos los días lo hace) cómo me había ido en el día. Le platiqué como loro todo lo que había ocurrido. Lamá, desde la parte de arriba, me gritó que qué estaba haciendo y le contesté que le estaba contanto a elpá los últimos acontecimientos. 'Él sí me espera para platicar en las noches', le reproché".
Prendí la computadora, revisé mis correos, algunos datos para un reportaje de la Copa Libertadores que sale mañana al aire y al checar mi bló me percaté que en el suyo había una nueva entrada titulada "
Kiku".
Lo leí todito. No pude evitar soltarme a llorar por ser una desgraciada y no darme cuenta que había ocupado un poco de su tiempo en retratar su embarazo de mí.
El güey estaba bien atento a todo lo que le estaba contando. En ese momento caí en cuenta que si bien yo nunca fui la mujer más contenta tampoco era la más amargada.
Entonces fue que salió de mi boca la única pregunta que le postulé a mi lunático compañero: "¿Sabes tú cuándo fue que me cambié de esa manera?"
"No. Pero había estado esperando un rato para que me lo preguntaras". Contestó.
"Siempre he admirado la manera en que quieres a los tuyos. Los defiendes con uñas y dientes y eso no te lo discuto. En el ámbito laboral tampoco puedo hacerte algún tipo de reproche. Eres siempre de las que da el plus, siempre en busca de ese crecimiento profesional que tanto anhelas y por el que llevas luchando desde hace... qué te gusta... ¿Doce años?" Me decía.
"¿Recuerdas cuando regresaste de Guadalajara? Tú creías que lo habías hecho con la cola entre las patas. Te marchaste con un costal lleno de sueños e ilusiones a la Perla. Tu despedida en la otra empresa fue bastante emotiva. Hasta el "Ché" comentó al aire que eras un excelente elemento y se puso a llorar. Chales, me acuerdo y se me llenan los ojos de agüita."
"Cuando regresaste, entonces, fue que todo cambió. Por azar del destino tus metas no se cumplieron allá. Te pusieron trabas, topes, barreras, baches grandísimos. Si bien encontraste trabajo rápido y también referente a lo que amas hacer desde siempre, no resultó lo que esperabas y creo que esa fue la causa de todo lo que ha pasado hasta hoy."
Me he convertido en una bitch, le indiqué.
Me enojo hasta porque pase la mosca. Me siento insatisfecha por todo. No me gusta cómo me obligan a vestirme. Este código de vestimenta empresarial me tiene hasta la madre. Me volví en un ser humano intolerante.
Ahora no soporto que la gente me toque, agregué.
"Ese es un síntoma claro de que vives con el presentimiento de que todos se te acerquen con alguna mala intención. Y no sexual, aclaro."
Eso es lo malo, dije en tono sarcástico.
Quiero volver a ser la de antes. No quiero preocuparme por nada que no sea mi familia, mis perros, mi pescado y mis amigos.
Me gustaría tener de nueva cuenta esa avidez, esa hambre de querer superarme, de destacarme, de ser de nueva cuenta el primer lugar en todo. Quiero que me hagan sentir lo orgullosos que se sienten por tener a alguien como yo a su lado, aunque suene pedante. La verdad es que son suertudos de ser parte de mi vida.
"El pedo, mi princesa coacalquense, es que creo que la gente no está acostumbrada a recibir amor a manos llenas. Es ahi en donde tú estropeas todo."
No recuerdo bien el momento en que me quedé dormida. Cuando desperté, a las siete de la mañana del día siguiente, me percaté que mi ventana ya estaba cerrada, la cortina corrida y tenía el edredón hasta el cuello, abrigada para que no me diera frío.
Como apartado especial, quisiera presumir el bló de la malquerida... su última entrada motivó a escribir parte de este post. La idea me la dio Ivanius, hace ya tiempo atrás y es hasta hoy que me permití redactarla.