Comencé a vivir cosas que a mi edad se supone que ya se vivieron, por ejemplo, viajar por primera vez en avión.
No sabía no en dónde tenía que recoger mi equipaje ni a dónde me tenía qué dirigir, pero las almas caritativas siempre se encuentran cuando las buscas. Bueno, no siempre...
Al llegar al aeropuerto José me recibió cálidamente, sin hacer aspavientos por mi condición de "defeña".
Me invitó a ser parte del proyecto que apenas hace tres meses cumplió dos años. Era un equipo de trabajo bastante agradable, lleno de jóvenes talentos como yo, ávidos de triunfo y con intenciones de comerse al mundo en varios bocados y por equipo, sin destacar individualidades.
Conocí las instalaciones el sábado. Ese día me dieron la invitación a la presentación del nuevo proyecto, aunque yo no sabía que sería algo tan grande y lleno de glamour. Aquel lunes 19 de febrero tomé un pantalón de vestir café, una camisa blanca y un chaleco café. Me puse zapatos bajos y así asistí a la presentación.
Cuando llegué me encontré entre gente de la alta sociedad de la Perla. Medios de comunicación locales, personalidades del deporte, autoridades del Estado. Y yo, con mi pantaloncito café.
Sin chiste alguno.
Me tocó recibir a Daniel. Iba acompañado de dos güerotas gigantescas. Recuerdo que las dos vestían de blanco. Sus microfaldas eran de una tela parecida al plástico, se veía que pedían auxilio de tan ajustadas que estaban.

Los guié a su mesa como hostess decente y me dediqué después a dar varias entrevistas a los medios tapatíos. Me ví en una posición inversa a la mía, pero esa noche el proyecto destacaba mi persona porque era "la niña que dejó todo para seguir su sueño; la joven que, en busca del crecimiento profesional, dejó a su familia sin pensarlo dos veces, dejó atrás toda una historia personal a cambio de ser una gran periodista deportiva".
A mitad de la noche, Chapis me dijo que alguien me quería conocer. Yo no tenía muchos ánimos porque no había comido nada, aunque ese fue el pretexto para no mostrar lo mucho que extrañaba a mi familia esa noche. El que no estuvieran conmigo en ese momento fue duro para mí.
"Ella es Laura. Supongo que a él ya lo conoces", dijo Chaps...
Y sí. Ya lo conocía. Sólo recuerdo ese gol a Brasil y la piel se me eriza.
Intercambiamos sólo un par de palabras, eso de ser social no se me da(ba)
De ahí pa'l real... Un día recibí una llamada a mi celular... Era él invitándome a salir y yo dale que me rehusaba y rehusaba hasta que ya, dí mi bracito pozolero a torcer.
Era un mundo harto distinto. Nunca había salido con uno de su condición, eso se me hacía sólo para las zorras que quieren sacar provecho de eso. Anda pues.
Me pidió que lo acompañara a renovar su pasaporte. Fuimos con Andrés y Manuel "el tripa". Cuando pasaron por mí a la casa me impresioné mucho al ver a la Hummer de Andrés frente a mi humilde morada. Pfff...
Súbome a la camioneta, pos qué. Al realizar el trámite me acuerdo que lo regresaron por un dato que había ingresado mal.
"Morra, ayúdame. No sé qué hice mal" me dijo.
Cuando me percaté de su error pensé que estaba bromeándome.
"Aqui dice: Estado Civil" contesté.
"Sí, soy del Salto, Jalisco." me dijo sin inmutarse.
"¿Es en serio, Daniel?"
"Sí, de verdad que soy de allá, morrita"...
Riéndome y después de hacerle ver que su error había sido garrafal, salimos de realizar el trámite para ir directito a una plaza a tomar helado. La gente los detenía para una foto o una firma y yo ahí, mirando nomás, disfrutando algo que no me había dado la oportunidad de hacer.
Luego de varias veces de salir, así sin más, me convertí en su novia. Quería que lo acompañara a las entrevistas y nunca lo hice. Lo mío nunca han sido los reflectores.
Regresé a México... Causas ajenas a mi voluntad me obligaron a retornar con mi familia y prácticamente dar por terminada mi relación.
En una de sus visitas a la capital planeamos una reunión. Me dio un anillo. Uno bien brillante y con una piedra discreta. A mí me enseñaron desde niña que cuando alguien te da un anillo es señal de compromiso. Yo me quería casar, de verdad que sí. En ese momento lo primero que me pasó por la mente fue "no te cases".

No podía acceder a tanta petición. Dejar carrera, cuidar hijos, ya no estudiar ni titularme, dedicarme sólo a la casa.
Un día me mandó una página con una liga a Tiffany. Consulté a la malquerida sobre esa página y me dijo que era de anillos de compromiso muy caros. Ilusa, creo que soy la única mujer que no sabe que es la marca de una joyería. Me vi tan tonta como él y su estado civil.
"¡Ándale, cásate! Total, te quedas en tu casota a cuidar a tus dos hijos, a tus veinte carros y tomas el sol en un jardinsote con albercota" me dijo.
Justo cuando estaba meditando mi decisión y cuando iba a acceder me entero de la mentirota.
Me mienten y no perdono. O tal vez perdone pero no olvido. Entonces no perdono.

Después de una temporada corta en Monterrey, luego en Estados Unidos y tras una introspección cabrona, ha regresado con nuevos bríos, pero ya no para mí.
Sigue dedicándome sus triunfos y lo agradezco. Tiene frente a él uno de sus más delicados compromisos... Lamentablemente no es conmigo... Lo único que ahora tiene de mí es mi nombre tatuado, en hebreo, en su brazo derecho... Aunque temo que no sea el mío y haya sido una equivocación como aquel estado civil en la renovación de un pasaporte...
By the way... Hoy mi celular sonó, reconocí su número, contesté y le siguió "Still I wake up in the morning thinking of you" de Goma...